¿Quién teme a la prórroga?

2-CROPPED-man-with-flowers-01-WEB-privateTengo para mí que a la mayoría de los asturianos se la pela –es una vulgaridad, pero refleja bien lo que quiero decir– que el gobierno del Principado consiga apoyos suficientes para aprobar los presupuestos del año que viene o que se prorroguen los de éste. Aparte de que a todos se nos escapan los intríngulis políticos y técnicos del asunto, la gente que conozco está verdaderamente preocupada por cosas mucho más corrientes y a tenor de lo que cuentan los telediarios y corroboran las audiencias de algunos programas de televisión, son bastantes los que tienen más interés en saber, es un suponer, el tiempo que hará mañana o si es cierto que Amador Mohedano coitaba con una tal Marisa mientras su mujer, Rosa Benito, se daba un atracón de lexatines.

Sin que nadie expliqué bien por qué, la prórroga de los presupuestos se ha convertido en anatema. Políticos, empresarios y sindicalistas y otros representantes de las llamadas “fuerzas vivas” la consideran poco menos que una maldición y se desgañitan reclamando un acuerdo, da igual que sea entre congéneres ideológicos o contranatural, para luego añadir que el freno a la decadencia tienen que ponerlo otros, esto es, el Estado y Bruselas. Es obvio que el presupuesto allana el terreno a quien gobierna, que a lo sumo sólo tiene que rendir cuentas de lo que gasta, pero satanizar la prórroga es una falacia, se mire como se mire, porque lo importante no son los duros sino, sobre todo, que su asignación responda a un plan.

Aparte de las ideas que plasmó Pedro de Silva en su Asturias, realidad y proyecto y de las Estrategias para la reindustrialización de Asturias que elaboró por encargo de Juan Luis Rodríguez-Vigil un equipo universitario que dirigió Manuel Castells, lo cierto es que, asentada la autonomía, nunca he conocido un programa donde se apuntasen soluciones globales al cambio estructural que necesita el Principado. A más de despilfarrar el dinero en polígonos industriales, convertidos hoy en patatales, y cifrar las esperanzas en infraestructuras innecesarias, los sucesivos gobiernos que hemos sufrido no han hecho mucho. Y sin proyecto alguno, pienso que para administrar el dinero basta con un contable.

Así pues, y sin tapujarme lo más mínimo, digo ya que me parece mejor la prórroga que dar carta blanca a un gobierno que hasta ahora sólo ha demostrado una inacción proverbial. Es, por otra parte, lo mismo que dicen los socialistas navarros, que hace unos días anunciaron la presentación de una enmienda a la totalidad de los presupuestos de su comunidad, lo cual significa que, si recaban apoyos suficientes, habrá que prorrogar los actuales. Si esto ocurre, tanto aquí como allí el respectivo gobierno se verá obligado a solicitar créditos extraordinarios, o sea, pedir la autorización del parlamento para financiar cada una de las inversiones que quieran hacer. Ha pasado otras veces y no fue ninguna tragedia.

El gobierno asturiano sabe a lo que se arriesga al llevar el proyecto de presupuestos al parlamento sin contar con el respaldo de la mayoría de la cámara. La espantada del diputado de UPyD, Ignacio Prendes –apodado ya Nacho el doliente por sus constantes lamentaciones–, y las exigencias de Izquierda Unida para aumentar la presión fiscal han dejado al Ejecutivo en franca minoría, y todo depende ahora de lo que hagan Foro y el PP. Del partido de Álvarez-Cascos poco pueden esperar los socialistas, pero no está nada claro qué hará el PP, cuya lideresa, Mercedes Fernández, ya ha dicho que sus teléfonos “están abiertos”. En su dulcificación ha tenido bastante que ver el delegado del Gobierno y exalcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, que no se cortó un pelo para exhortar a su partido a pactar con los socialistas. “Es evidente que ha llegado el momento de entenderse”, dijo.

Como soy escéptico por naturaleza, colijo que con presupuesto o prórroga las cosas van a cambiar poco y todo va a seguir igual: los políticos a su bola, fingiendo que hacen cosas –en el caso de algunos prefiero que disimulen a que las hagan– y diciendo pijadas sin la menor transcendencia que luego recogen los medios de comunicación, y los ciudadanos a la suya, o sea, esperando como agua de mayo ese dinero que según Botín “llega de todas partes” pero aún no ha alcanzado nuestros bolsillos, aunque los suyos supongo que sí. Entretanto, yo sólo aspiro a que bajen los billetes de los aviones: ya saben, por si tengo que seguir viajando para mantener el contacto con mi hija. Siguiendo sus pasos estoy conociendo mundo, es verdad, pero resulta caro.

Acerca de José Ramón Patterson

Soy periodista desde los 20 años. En aquella época aún tenía sueños profesionales. Perdí la ilusión, pero me quedan la curiosidad, el oficio y bastante mala leche. Vivo y trabajo en Asturias.
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