De cuando aún amaba mi profesión

Tenía veinte años y una gripe inmisericorde cuando me ofrecieron mi primer trabajo en el diario El Comercio. Si menciono la gripe es porque recuerdo que casi me tuvieron que sacar a rastras de la cama, donde llevaba tres días postrado, para llegar a tiempo a la entrevista con Francisco Carantoña, el mejor director de periódicos que ha habido en Asturias. A Carantoña – que rehuía el trato amistoso haciendo honor al significado de su apellido: persona mal encarada – todo el mundo lo trataba de usted, y en el periódico sus subalternos se dirigían a él sin el menor atisbo de intimidad llamándolo don Francisco o director.

Conociendo su fama de persona distante y huraña parece justificado, pues, que acudiese a la cita bastante acoquiné, que es lo mismo que acojonado pero dicho finamente y en francés. La fiebre y los escalofríos provocados por la gripe tampoco ayudaban, la verdad, a mejorar mi ánimo, que acabó por derrumbarse cuando entré en su despacho y me senté frente a él en un sofá desfondado y tan bajo que mi nariz quedaba a la altura de la mesa. Asustado y todo, fui capaz de escuchar pacientemente la oferta y rechazar el trabajo sin que me temblase la voz. “Tú sabrás lo que haces, muchacho”, dijo él.

Fue la primera vez que rechacé una oferta de El Comercio, lo que en aquella época – finales de los años setenta – muchos interpretaron como una osadía; al fin y al cabo, aunque yo era una joven promesa sólo tenía veinte años, no había terminado la carrera ni había ido aún a la mili y la oferta era sustanciosa incluso para alguien de más edad: catorce pagas de unas 40.000 pesetas cada una y no sé cuántas medias pagas más. Para cualquier aprendiz de periodista, sobre todo siendo gijonés, trabajar en El Comercio era, además, la culminación de sus aspiraciones profesionales, así pues, ¿qué más podía pedir?

Pero la cuestión es que, como dije, yo tenía veinte años y algunos sueños. Y trabajar en El Comercio, donde la estabilidad laboral y económica estaban garantizadas de por vida, no era uno de ellos. El caso es que antepuse aquellos sueños a la seguridad y cambié un periódico sólido por otro que –  no lo sabía entonces – era una pura fantasía, el Asturias Diario Regional, un proyecto que ya nació con los pies de barro y apenas duró un año. Yo deserté de El paisín, como era conocido, cuando en plena agonía y con los acreedores haciendo cola dejé de cobrar y me ofrecieron irme a Región, un periódico de derechas con una venta ridícula que acababa de comprar una empresa vinculada a UCD, el partido de Adolfo Suárez.

Como El Comercio, Región tampoco formaba parte de mi imaginario y en cierta medida suponía un retroceso profesional que – temía – podía truncar una prometedora carrera como periodista tan sobresaliente como breve. No fue así. En Región hice un máster intensivo en periodismo y en tres años y medio aprendí casi todo lo que sé de esta profesión y de quienes la ejercemos; allí hice, entre otras cosas, un suplemento cultural que llegó a tener bastante notoriedad y publiqué decenas de reportajes y entrevistas con personalidades de relevancia nacional y mundial, e incluso alguna que otra primicia informativa, como la detención de los miembros de ETA p-m que habían atracado el Banco Herrero, entre ellos dos asturianos.

Otro scoop fue la revelación de que Hauke Pattist, un nazi holandés reclamado por su país, vivía en Oviedo desde 1956, donde dirigía una academia de idiomas y era traductor jurado del Ministerio de Exteriores. Pattist había sido condenado a cadena perpetua en 1948 por un tribunal de Leeuwarden. Cuando la Audiencia Nacional concedió su extradición a Holanda y ordenó su detención, en 1983, la policía se confesó incapaz de localizarlo, a pesar de que lo utilizaba habitualmente como intérprete. Región no dudó en denunciar la inoperancia y el desinterés de la policía, que finalmente se vio obligada a detenerlo. Pattist, casado con una asturiana y nacionalizado español, recobró la libertad  doce días después, tras aceptar la Audiencia que los delitos habían prescrito y, en consecuencia, revocar su decisión anterior.

Sin embargo, de lo que más orgulloso estoy es de haber trabajado en el único periódico asturiano y uno de los pocos españoles que se atrevió a editorializar contra el golpe de Estado del 23-F cuando nadie podía vislumbrar cómo acabaría. Desde aquel día, hace ahora treinta años, siento un enorme respeto por Juan de Lillo, director de Región, que, con dos huevos y quizá algo de inconsciencia, escribió un editorial – “La Constitución, ley suprema”, se titulaba – digno de figurar en los anales del mejor periodismo, tanto por su calidad como por su oportunidad y valentía. Antes de publicarlo, Lillo leyó aquel editorial en la redacción y ninguno de nosotros puso el menor reparo.

Con la espantada de Suárez se acabó el fondo de reptiles y la situación de Región, que nunca había sido buena, se agravó; el dinero de La Moncloa dejó de fluir, los nuevos propietarios se desentendieron y los antiguos se llamaron andana. Compuestos y sin novia, decidimos emplear el papel que quedaba en dar la lata a UCD durante la campaña electoral del 82. Y tanta dimos que hasta el ministro de la Presidencia, Rodríguez Inciarte, que confiaba en renovar su escaño, acudió al periódico a pedir comedimiento. Las críticas más feroces vinieron, sin embargo, de la propia profesión; los mismos que año y medio antes habían enmudecido con Tejero apelaban ahora a gritos al “sagrado principio” de la neutralidad. Tristemente, cogérsela con papel de fumar, bandearse como el corcho en medio del mar, tiene premio: todos han progresado.

Aunque perdí la oportunidad de trabajar a las órdenes de un magnífico director como Carantoña –  algunos ya sabéis mi opinión sobre la mediocridad de los actuales -, nunca me arrepentí de aquella negativa a El Comercio, a la postre la primera de tres. La última vez, vendido ya al grupo Correo (ahora Vocento), rechacé una propuesta para ser subdirector cuando dos botarates, dando muestras de una arrogancia similar a su imbecilidad, pretendieron hacerme un examen ideológico. “Soy un rojo asqueroso”, dije antes de dar el portazo. Tampoco siento pesar por ello: viendo lo que pasa hoy en El Comercio estaría asqueado si formase parte de su jerarquía, algo muy poco aconsejable cuando padeces de hernia de hiato.

Acerca de José Ramón Patterson

Soy periodista desde los 20 años. En aquella época aún tenía sueños profesionales. Perdí la ilusión, pero me quedan la curiosidad, el oficio y bastante mala leche. Vivo y trabajo en Asturias.
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15 respuestas a De cuando aún amaba mi profesión

  1. Sent dijo:

    Hola José Ramón,

    No sé por qué, la verdad, porque no recuerdo quién me lo enseñó ni cómo, pero hasta hace un tiempo -justo cuando empecé a trabajar en esta casa- pensaba que los jefes (todo tipo de jefes) eran personas válidas, buenos profesionales, gente admirable, de los que poder aprender, cultos, con opiniones formadas… Sí, ese tipo de personas ante las que -a no ser que tengas 40 años de profesión a tus espaldas- te tienes que callar la boca cuando hablan porque seguro que no puedes aportar nada mejor. Pues bien, todo este mito se me viene abajo cada día viendo a esos dos botarates y a su séquito.

    Como comprenderás, no me identifico, pues los botarates son un pelín rencorosos.

  2. MªJosé dijo:

    Como de costumbre, a veces me encuentro con tu blog y me encanta, lástima que no escribas más en él. Me encanta. Eres un valiente.

  3. martín garcía vega dijo:

    Guaje,casualidad de casualidades y me encuentro con un amigo…Como hace tiempo que nos conocemos,no me sorprenden tus comentarios.Con sinceridad,JoseRa,me quedo con los comentarios.La mayoría destilan ilusión,ganas de transformar la realidad y una cierta dosis de ingenuidad para ejercer una profesión que,lo siento,me sigue apasionando.Leí las sabatinas de Gregorio Morán sobre la tierra y me deprimieron un poco.¿Tan jodida está mi Asturias?.Prometo verte cuando suba.martín

  4. Macario dijo:

    Que no te engañen. De los dos botarates de Vocento que te ofrecieron ser subdirector de El Comerio, uno te engañó como a un chino y el otro utilizó el tercer grado ideológico como excusa para despejar el campo porque él ya llevaba debajo del brazo el nombramiento de la nueva subdirectora. A los efectos, un rotundo freacaso, como después se demostró.

  5. Pingback: Ampliación de capital « La paseata

  6. Marta Toraño dijo:

    José Ramón, siempre te he considerado una persona íntegra y cada día me das algún motivo para reafirmar esa opinión. El respeto y aprecio de tus compañeros está justificado. Disfruto mucho con tus escritos, aunque observo un pesimismo que no se corresponde con tu vitalidad. Sigue así, siendo nuestra conciencia. Bss

  7. Demetrio Reigada dijo:

    En respuesta a Armando y en descargo de Patterson, no me queda otra que confirmar la presencia de al menos los «dos botarates» que, en palabras de José Ramón, han dado esas «muestras de una arrogancia similar a su imbecilidad». En el tiempo en que yo trabajé en ese periódico hubo dos fases claramente diferenciadas. Una primera, interesante y constructiva, con Francisco Carantoña como director y Canal de subdirector y una segunda, en manos del grupo Correo, cuando los botarates se hicieron con el periódico y fueron prescindiendo de parte del personal. Puedo dar nombres, pero no lo voy a hacer. Quien quiera saber que se tome la molestia de investigar.
    Y, por último, Patter, cúidate, aunque parezca una putada por aquello de tener que currar, necesitamos que sigas con tus críticas, a pesar de lo que piense Armando y los Armandos que haya por el mundo mundial. Un abrazo.

  8. Dicen que el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, incorpora la explicación de por qué ha sucedido; Llevas la profesión tan dentro que sólo sabes hacerlo bien. Este artículo es un ejemplo. Me ha gustado mucho; es transparente, quizás demasiado. No abundan. Gracias

  9. Armando dijo:

    Mejor hubieras aceptado la oferta porque hubieras aprendido algo de los profesionales que trabajan en él y no serías el simple funcionario en el que te has convertido. Cuanto menos haces, menos quieres hacer. Eso sí, criticar se te da muy bien.

    • José Ramón Patterson dijo:

      Nadie debe dudar de mi respeto por los profesionales, de los que, como dices, podría haber aprendido mucho. Lo siento si he dado la impresión contraria. Mi respeto es tanto que si rechacé la última oferta fue, entre otras cosas, porque con ella me dieron la lista de los «prescindibles», todos buenos periodistas y algunos amigos míos. Era yo, si aceptaba, quien debía echarlos. Y por ahí no habría pasado nunca.

      • Armando dijo:

        ¿Puedes dar los nombres de todos los periodistas que, desde que te hicieron esa oferta, han echado de ese periódico? Porque yo también conozco a los profesionales de esa casa y todos ellos llevan años allí, salvo la marcha del director y de Canal y del subdirector, todos por ascensos o jubilación. Creo que estás dando una impresión muy equivocada de un único medio. Y lo llevas haciendo bastante en los últimos tiempos.

  10. Aitana dijo:

    Relegada como estoy a hacer periodismo casero (porque escribo desde casa), ¡cuánto se echa en falta a los «veteranos» que te enseñaban lo que saben aunque sea a base de ironías y no pocas bromas a tu costa!. Los medios de comunicación se empeñan en tener gente joven en plantilla (entre otras cosas porque les cuesta cuatro duros) y dejan las redacciones sin experiencia, sin la mirada crítica que dan los años de plumilla….
    Saludos, Patter. Ya sabéis lo que os queremos en esta cuenca minera
    Aita

  11. anamú dijo:

    Ay! Jota, que tiempos pasados… sigamos dando la tabarra y no dejemos de reír a ser
    posible. Escribe más a menudo, se te echa de menos.
    Abrazos.

  12. Leticia dijo:

    Como quien dice soy recién llegada a este mundo del periodismo. Mucha gente me dice que debería aferrarme a contratos de trabajo que no me llenan lo suficiente y de los que sé, al igual que usted, que renunciar a ellos no va a hacer que me arrepienta en el futuro. Me alegra saber que no soy la única que, en algún tiempo, mantuvo la ilusión por esta profesión que, a mi entender, si no llena cuando empiezas estás perdido…

    Un saludo!!

  13. Chelo Tuya dijo:

    Ganó tu hernia. Perdimos los que desde El Comercio seguimos amando esta profesión. Felicidades por el artículo

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